Si no recordamos mal, estábamos por Sudamérica cuando ya empezamos a escuchar comentarios negativos sobre la capital camboyana… Mientras recorríamos Nueva Zelanda, nos encontramos con un chico inglés que nos contó que, mientras dormía en un hostal, le robaron a él y al resto de los compañeros de habitación, incluso teniendo la cartera y el móvil dentro de la funda de la almohada.
Durante los siguientes meses a nuestra llegada al Sudeste Asiático seguíamos escuchando malos comentarios y cada vez nos tomábamos más en serio no pisar Phnom Penh o sus alrededores. Parece ser que el «robo típico» en la ciudad es el tirón de mochila o bolso desde los vehículos, por ello, recomendamos que cada vez que vayáis en tuctuc, andando por la acera o bajando de un autobús, llevéis siempre bien sujeta vuestras pertenencias.
Al final, nos armamos de valor y decidimos visitarlo, las malas experiencias de los demás no deben ser malas experiencias de uno mismo.
Llegamos a la capital desde Kampot en una minivan que nos costó 7 Usd a cada uno. Nada más llegar, nos avasallaron muchos conductores de tuctuc para llevarnos a nuestro hostal, raro ¿verdad? Esto era el pan de cada día… jejeje. Tras pensarlo un rato, decidimos no subirnos a ninguno de ellos y nos fuimos andando, porque resultó que nuestro hostal estaba a tan solo un par de calles. Con el calor y el cansancio todo se magnifica, pero tras un paseito conseguimos llegar.
Como habíamos escuchado tantas malas experiencias, decidimos que los días que estuviésemos en Phnom Penh estaríamos en un hostal de primera. Nos fuimos al One Stop Hostel situado frente al rio Tonté Sap, la estación de ferry y a solo dos calles del mercado nocturno. Obvio, el coste fue superior a lo que veníamos pagando… 10 Usd cada uno por noche, pero hay veces que la seguridad y la tranquilidad hay que pagarla.
Una vez situados en la capital, nos pusimos al día con el blog, las familias y estuvimos averiguando qué podríamos visitar en la ciudad, hasta que a la noche llegó nuestro amigo Pedro Jesús «Chapu». ¡Estábamos emocionadisimos por verlo!
Directo desde España nos acompañaría durante los próximos 15 días desde Phnom Penh hasta Bangkok. ¡Comienza de nuevo la aventura de a tres!
Negociamos, con uno de los miles de conductores de tuctuc que hay en la capital, el transporte a los campos de exterminio de Choeung Ek y el Museo de Tuol Sleng por 5 Usd cada uno de nosotros.
El campo de exterminio se encuentra al final de un trayecto de casi 15 km de baches, ruido y polvo. Puede ser que durante el camino, podáis llegar a pensar que os han engañado y que el conductor del tuctuc os va a llevar a un lugar solitario para robaros, jejeje… ¿por qué decimos esto?… porque la mayoría del trayecto discurre por carreteras de ripio totalmente solitarias. Pero nada que ver, nuestro amable y simpático chofer nos llevo derechito a la primera parada del día.
Lo que un día fue uno de los campos de exterminio más crueles de Camboya con casi 20000 ejecutados y no siempre con armas de fuego, hoy es un remanso de paz convertido en museo. La entrada cuesta 3 Usd con audio guía. Se pueden apreciar ahondamiento en la tierra en aquellos lugares que sirvieron de fosas comunes. En muchos de los puntos del lugar se puede llegar a ver trozos de huesos humanos. Un lugar que sin duda te pone los pelos de punta…
Quizás la parte más cruel de todo lo que sucedió aquí tiene que ver con el árbol de la siguiente foto. Cuentan que los bebes y niños pequeños fueron golpeados contra él hasta que perdían la vida. Cuesta muchísimo creer que tales atrocidades fueron hechas por el ser humano…
Presidiendo el patio central, esta ubicada una stupa conmemorativa en la que se encuentran cerca de 8000 calaveras de víctimas de este genocidio.
Si la primera visita fue dura… espera a ver la segunda, el Museo de Tuoi Sleng. En 1975, las fuerzas del régimen de Pol Pot asaltaron esta escuela de secundaria haciéndose con el poder de la misma y convirtiéndola en una carcel de seguridad, donde sus aulas pasaron a ser cámaras de tortura.
Según cuentan los historiadores y los testigos, en el lugar se llegaron a matar hasta 100 personas al día. Los Jemeres Rojos fotografiaban a todas sus víctimas y hoy, en una de estas aulas/cámaras de tortura, se exibe una amplia colección de esas fotos en memoria de las víctimas.
Este genocidio transcurrió durante cuatro años. Cuando Phnom Penh fue liberada por los vietnamitas, solo quedaban siete prisioneros con vida.
Mucha gente se pregunta si realmente merece la pena sufrir viendo todo esto…, nosotros opinamos que hay cosas que debes saber, para llegar a entender…
¡Vamos con algo más alegre sobre la ciudad!
A parte de estos dos «must see» para conocer la historia de Camboya, existen otros lugares al aire libre para visitar en la ciudad.
Prueba de ello es el Wat Phnom, un templo situado en lo alto de una pequeña colina cercana al rio.
El interior del templo esta cerrado, o por lo menos lo estaba cuando nosotros fuimos, pero bien merece la pena subir a verlo. Puede ser que durante el camino policías camboyanos te pidan un dollar como entrada al lugar. Nosotros nos hicimos un poco los remolones y accedimos sin pagar nada. Pensarán ellos que si cuela, cuela.
El centro del budismo camboyano recibe el nombre de Wat Ounalom.
Paseando a orillas del Tonlé Sap se llega hasta el Museo Nacional y el Palacio Real, aunque no entramos a verlos por falta de tiempo.
No hay que perderse el mercado central de la ciudad. Es una auténtica locura donde se mezclan productos perecederos, textiles e incluso articulo de joyería. En los alrededores del Psar Thmei se encuentran los pequeños restaurantes familiares que sirven comidas camboyanas muy ricas durante todo el día y a muy buen precio.
Así transcurrieron nuestros días por Phnom Penh, y como decíamos al principio, no debemos juzgar por las experiencias de otros… tenemos que vivir las nuestras propias.
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